Dickensiano
¿Nos hemos mudado a una novela de Dickens? Una de esas donde todo es feo, como cierto personajillo ha comentado recientemente. Una de esas donde la palabra miseria siempre está presente, así como todo su campo semántico. De esas en las que los niños comen bien una vez al día. Donde se habla de largas colas a las puertas de los albergues y algunos hurgan en las basuras de otros. Una novela de esas en las que vive más gente fuera de sus casas que dentro de ellas. De esas con usureros, prestamistas, banqueros avaros, corruptos. De esas donde lo injusto se asume como natural y la justicia solo es para unos pocos, igual que la educación y la cultura.
(Pausa)
Qué bestialidad, vivimos mejor que en época de Dickens. Nosotros sí, algunos no, la mayoría de ellos no. Ellos viven en el borde.
De los que viven bien, los hay muy pesimistas, todo es horrible y se está haciendo fatal, es el Apocalipsis, se va a acabar el mundo (idea equivocada, lo único que tiene el Apocalipsis de final es el lugar que ocupa en un libro, a veces nos quedamos con el símbolo, con la superficie en definitiva). Y luego están los optimistas, que tal y como quieren resolverlo van a ahorrar tanto que podrán invertirlo en paraísos fiscales y así perpetuar el robo.
Por el medio hay un gran montón de gente a quienes unos y otros empujan hasta que, como dice una niña que conozco, "te caes y te rompes".
A los adeptos de ambos lados les diría que despierten, esto no es cosa de hace cinco años, el mundo que hemos construido apesta hace mucho, pero nosotros no lo vimos, el orden de las cosas es muy viejo, por eso todo nos suena como a una novela de Dickens.
Los que estamos en el medio no deberíamos querer que todo volviera a ser como antes, deberíamos querer que se acabe cuanto antes. La posibilidad de salir es esa, que un sistema nefasto está llegando a su fin. Cada vez más gente está afectada por el apocalipsis del sistema, no hace mucho seguro que pensaban "a mí no me va a tocar", pero ya está, ya toca, toca a todos. Y no es cuestión de bolsillos, de dinerillos, quiero decir, de eso no todo el mundo se está dando cuenta, es más grande, debe ser más grande.
Yo sé que hay que cambiar las cosas pero de momento no sé cómo ni tengo Grandes esperanzas…
(Pausa)
Qué bestialidad, vivimos mejor que en época de Dickens. Nosotros sí, algunos no, la mayoría de ellos no. Ellos viven en el borde.
De los que viven bien, los hay muy pesimistas, todo es horrible y se está haciendo fatal, es el Apocalipsis, se va a acabar el mundo (idea equivocada, lo único que tiene el Apocalipsis de final es el lugar que ocupa en un libro, a veces nos quedamos con el símbolo, con la superficie en definitiva). Y luego están los optimistas, que tal y como quieren resolverlo van a ahorrar tanto que podrán invertirlo en paraísos fiscales y así perpetuar el robo.
Por el medio hay un gran montón de gente a quienes unos y otros empujan hasta que, como dice una niña que conozco, "te caes y te rompes".
A los adeptos de ambos lados les diría que despierten, esto no es cosa de hace cinco años, el mundo que hemos construido apesta hace mucho, pero nosotros no lo vimos, el orden de las cosas es muy viejo, por eso todo nos suena como a una novela de Dickens.
Los que estamos en el medio no deberíamos querer que todo volviera a ser como antes, deberíamos querer que se acabe cuanto antes. La posibilidad de salir es esa, que un sistema nefasto está llegando a su fin. Cada vez más gente está afectada por el apocalipsis del sistema, no hace mucho seguro que pensaban "a mí no me va a tocar", pero ya está, ya toca, toca a todos. Y no es cuestión de bolsillos, de dinerillos, quiero decir, de eso no todo el mundo se está dando cuenta, es más grande, debe ser más grande.
Yo sé que hay que cambiar las cosas pero de momento no sé cómo ni tengo Grandes esperanzas…
Foto: E. Seligmann
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