Desear verdades

Lo malo de escribir siempre en primera persona es que el lector considera que todo, absolutamente todo en su totalidad es pura verdad y nada más que verdad, así que imagino que quien lee intenta rastrear dobles o triples sentidos a todo. A veces no hay más que lo que se ve a simple vista, una no es tan profunda como se le achaca, incluso como una misma se achaca. He intentado, parece que sin ningún éxito, escribiros algún que otro divertimento ficticio, la tercera persona creía que me ayudaría a distanciarme, pero ha salido más bien fingido, las historias contienen demasiada biografía. Sale sin querer, un vómito de verdades.

¿No sé fingir? ¿No sé ficción?

De sobra es sabido que en épocas duras aumenta el uso de la fantasía, para ir sobrellevando los males que nos aquejan, en realidad para tapar los males y distraernos totalmente de esos males y de los “malos” causantes de ellos, ¿qué pasa cuando la realidad es tan fantástica?, ¿cuando supera toda ficción?, es de admirar la sofisticación a la que se llega para convencernos de que les creamos pero las formas se han hecho de lo más perverso. La propaganda es perversa, la propaganda insulta.

¿Acaso nuestra vida es una patraña? ¿Algo de lo que nos dicen es cierto? ¿Cómo podemos discernir lo que es verdad de lo que no lo es? ¿Es verdad eso de “ojos que no ven”? ¿Qué ocurre cuando por fin ves, no es mejor sentir?

Ya está aquí de nuevo el vómito.

Último día del año, el nivel de fantasía diaria ha llegado a niveles problemáticos. Permitidme elegir yo misma la fantasía en la que vivir:

“En los confines de una pequeña ciudad sueca había un huerto exuberante, y en él una casita de campo. En esta casita vivía Pippa Mediaslargas, niña de nueve años que estaba completamente sola en el mundo. No tenía padre ni madre, lo cual era una ventaja, pues así nadie la mandaba a la cama precisamente cuando más se estaba divirtiendo, ni la obligaba a tomar aceite de hígado de bacalao cuando le apetecían los caramelos de menta. […]” Pippa mediaslargas, A. Lindgren.

“[…] El desván era grande y oscuro. Olía a polvo y naftalina. No se oía ningún ruido, salvo el suave tamborileo de la lluvia sobre las planchas de cobre del gigantesco tejado. Fuertes vigas, ennegrecidas por el tiempo, salían a intervalos regulares del entarimado, uniéndose más arriba a otras vigas del armario del tejado y perdiendose en algún lado en la oscuridad. […]” La historia interminable, M. Ende.

“Con algunas de las guineas que le quedaron después de vender la décima perla de su collar, Orlando había comprado un ajuar completo de mujer a la moda de la época, y vestida como una joven inglesa de alcurnia la encontramos ahora en la cubierta de la Enamoured Lady. Es raro, pero es cierto: hasta ese momento, apenas había pensado en su sexo. Quizá las bombachas turcas la había distraído; y las gitanas, salvo en algún detalle importante, difieren poquísimo de los gitanos. […]” Orlando, V. Woolf.

“La villa era pequeña y cuadrada, plantada en su jardincito con aspecto rosáceo y arrogante. Las contraventanas cuarteadas y despintadas por algunos sitios, habían adquirido al sol un delicado tono verde pastel. En el jardín, rodeado de altos setos de fucsia, los macizos de flores formaban complicados dibujos geométricos, delineados con cantos blancos […] El aire cálido se espesaba con el aroma de cientos de flores marchitas, trayendo el murmullo amable y apacible de los insectos […]” Mi familia y otros animales, G. Durrell.

Deseo para el nuevo que algo de lo que está patas arriba vuelva a una posición más correcta.
Mientras tanto creo que me mudaré aquí:

Donde viven los libros, 2012

Comentarios

  1. Feliz Año Nuevo. Espero que este 2013 sea verdaderamente bueno.
    Besos, Antonio

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