De cine y espinacas con bechamel

El sofá me engulló el otro día sin intención de dejarme marchar y al tercer día, como la ballena de Jonás, me vomitó, saciado ya, supongo. Yo creo que me dejé zampar, el sofá nota que no tienes tus sentidos al cien por cien, un poco más de presión de la zona de asiento, el cojín se ablanda y ¡zas!, estás perdida. Y comienza el letargo y las ensoñaciones antistamínicas, que son asiduas en esta época del año.
Cuando salgo de mi "ballena" me apetece hacer lo que a todo el mundo: bajar un rato a la playa, tomarme un vino en alguna plaza agradable de la Provenza, pasear por las calles del West End entre grandes teatros y pubs, un café en Dean and Deluca, caminar por los páramos británicos, ir en moto por las calles de Roma, que me hablen en francés, italiano, chino… en kazajo.
Tengo estas mismas costumbres desde que tengo el uso de la razón, algunos lo llaman "ir al cine", pero es más, desde su invención siempre ha sido algo más, para muchos es la forma más barata de llegar a todos esos lugares que he descrito, aprender, soñar, ilusionarse, imaginar, evasión… cultura.
Cuando salí de mi ballena el lunes me enteré de dos cosas que me ofendieron más que toda la inmundicia diaria, el cierre de un cine y el cierre de una distribuidora de cine.
Hay dos cosas que me gustan por encima de todo: el cine, consumo del bueno y del malo, del viejo y del nuevo, en grande y en pequeño, en francés y en kazajo; y las espinacas con bechamel, y no quiero renunciar a ninguna de las dos cosas.
Me parecía que siempre iba a conservar mis dos vicios, por lo menos mientras viera, oyera y gustara. Me estoy haciendo mayor y se hace cada vez más difícil cambiar de costumbres, he estado renunciando a mucho cine últimamente, del bueno y del malo, del viejo y del nuevo, en grande y en pequeño, en francés y en kazajo, porque se ha puesto a precio de billete de avión.
"Al menos te quedan las espinacas con bechamel", me diría ese personajillo en su ministerio.
Si yo y otros como yo no vamos a los cines, los cines cierran y las distribuidoras también y eso ya sabemos a dónde lleva, al desempleo muy directamente, a la desilusión, a la falta de imaginación, a las mentes cerradas, a la incultura…
Las espinacas con bechamel y el cine son mi cultura y #laculturanoesunlujo.

Comentarios

  1. Srta. Jana, de provincias25 de abril de 2013, 18:32

    Hum! Mañana mismo, que hay mercado, pienso encontrar dos manojos de pequeñísimas espinacas frescas, que junto con una botella de leche "de vaca, vaca" convertiré en ese placer cultural.
    Si nos quitan el cine, comeremos espinacas, como diría una mariantonieta en crisis.
    Voto por que hagas lo mismo.

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