Aquel señor danés, su amigo Whistler y un escultor soñador


Sigo con mis obsesiones, sigo contemplando espaldas, sigo añorando a Hammershøi, aquel señor danés del que ya os he hablado. Sigo entrando en esas estancias claras, sigo intentando mirar lejos dentro de sus pinturas, ese último recodo que aparece al cual me asomo desde alguna esquina, me escondo detrás de esa pared para que no me vean observar. Me siento cómoda, no me inquieta, siento cómo esa casa que pinta, la suya, fuera la mía propia. Quiero sentirlo así. No sé si es la pura sencillez lo que está contando, la belleza del silencio, de la quietud, la normalidad de las cosas. No sé por qué se considera una figura tan misteriosa. No lo sabe nadie. Da lo mismo, a mí me da lo mismo.


Un amigo suyo, a quien el señor danés admiraba mucho, James Abbott McNeill Whistler, pintó Nocturne: Blue and Silver - Cremorne Lights. Hace poco he tenido la suerte de estar delante de este lienzo, la sensación al verlo es muy parecida a un enamoramiento, y no puedes dejar de mirar. A veces sucede, Platón lo tenía clarísimo y estaba totalmente en contra, cualquiera en sus cabales debería buscar la verdad y no pararse a contemplar un sucedáneo de realidad. Estoy, mi querido Platón, plenamente a favor de algo que haga sentir tan bien, de una obra que emplea pocos trazos (en apariencia), poca información (en apariencia) y consigue transmitir tanta belleza, con las dosis justas de sueño, pregunta e incomodidad.

El tercer apunte sobre la obsesión, al menos por el momento, es Jaume Plensa. No me gusta afirmar ni categorizar, pero estoy convencida de que The Crown Fountain es una pieza insuperable, en lo que cuenta y cómo lo cuenta, y en su carga totalmente afectiva. Es una obra para el disfrute de la inmensa mayoría, cosa que es de agradecer. Porque estoy harta de acudir como una oveja borrega a los "acontecimientos culturales" con la esperanza de poder sacar algo en claro, esa "cultura" atufa a elitismo y superficialidad, esas muestras digeridas y dirigidas, en esos sacrosantos lugares donde, como en cualquier otra franquicia, eres un cliente/delincuente, debes portarte bien y no tocar nada. Olhar nos meus sonhos es uno de los últimos proyectos de este escultor soñador, ojalá pudiera contemplarla en su lugar, en la playa, emergiendo pensativa del agua. ¿En qué pensará? ¿en qué piensas tú?


A pesar de mi enfado sigo acudiendo a esos santos lugares aquí y donde sea buscando esa conexión y me acomodo a las normas establecidas por la franquicia.
Porque no sé qué sería de mí sin poder mirar la belleza todos los días, en cualquiera de las caprichosas formas que adopta.
Y tampoco sería yo misma sin la dosis diaria de pensamiento crítico.

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