Mirar

"Toda foto que quiera perdurar 
tiene que contener una pregunta sin respuesta" 
Ben Hassett

Como en tiempos de María Castaña –gracias a la Red sé que fue una heroína gallega del siglo XIV que lideró una revuelta en Lugo contra el poder eclesiástico– tengo un amigo epistolar, tiene todas las características del género, es decir, vive lejos, no nos vemos desde hace un tiempo y me comunico a través de lo que viene llamándose epístolas en términos modernos, guasaps, sms, chats y demás inventos de incomunicación. No estoy de acuerdo con esta visión, pienso que es una forma distinta de comunicarse, no hay ojos, no hay piel, como en tiempos de María Castaña por cierto, cuando la piel ni se olía.

Mi amigo vive en una ciudad con historia, en una ciudad con historias.

Mi amigo me enseña su ciudad, me muestra sus calles, con sus hermosas casas victorianas de fachadas blancas y esos pasajes que son como pequeños pueblos dentro de unas calles más amplias y bulliciosas, esos lugares que fueron de los humildes y ahora habitan los burgueses. Es como si ese blanco purificador convirtiera los centros urbanos de las ciudades históricas en mundos ficticios para esos burgueses, el blanco borra de un brochazo la historia verdadera de esos lugares.



Leo entre líneas esos monumentos imperiales que yo esperaría ver, bellos pero fríos, esas esculturas perfectas, también blancas y académicas al borde de algún estanque quieto al que se asoma alguna que otra ave y hombres que caminan solos, quizá de vuelta de esa reunión que les ha preocupado durante toda la semana pero que ya ha terminado.
Y ya está, en poco tiempo ese hombre sin rostro desaparecerá entre la gente.


Los parques son esos lugares mágicos reinventados, ordenados, que también aparentan algo que no son, naturales. Están hechos a nuestra medida ya que algo demasiado natural y descontrolado nos perturbaría en demasía. De nuevo algún elemento humano aparece en cuadro, ajeno a una mirada. Hay lugares que crees que te pertenecen y por un instante dejan de hacerlo. Hay lugares para dos.


Y hay lugares en esa ciudad donde la historia se repite sin fin, incluso la posición del cuerpo es la misma. Son lugares muy blancos, áureos y purificados, como si fueran templos, y también son mentira. 
Mi amigo me enseña vidas de espaldas, al final me enseña miradas, pero también ficticias.

Pienso que la ciudad de mi amigo no tiene rostros. Sin embargo, otras veces los ajenos no están de espaldas, se muestran de frente y ausentes totalmente de nuestra mirada, como si tuviésemos un cristal delante de nosotros. En una calle cualquiera un retablo de ocho vidas de las que podemos esbozar historias solo con mirarlos. De nuevo una escena sin sobresalto, contenida, de esa ciudad con historias. De nuevo no hay rostros y tampoco piel. (Continuará)
Fotos: E. Seligmann

Comentarios

  1. Qué bonito texto, Eva. Las fotos también pero ya sabes que yo soy más de palabras. Besos. Teresa Tomé.

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  2. Eva, no te conozco, escribes muy bonito!!!. Las fotos las tengo caminadas junto a su autor. Ambos tienen talento,y pienso que deberían dejar volar sus sentimientos a través de lo que saben hacer!!
    Teresita Motta.

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  3. Gracias, a veces la ilustración inspira y las palabras apoyan.

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