Por los suelos

Cuando empecé este Nido no estaba muy claro de qué iba, ni tampoco de qué iba yo, y abrí varios frentes: citas preferidas o inspiradoras, canciones, protestas, engendros de poemas, poemas de otros, embriones de cuento, ejercicios de fotografía, más o menos acertados todos ellos.
Algunos géneros se han quedado, otros han mejorado, juzgáis vosotros, pero hay temas que no puedo abandonar. Los hallazgos fortuitos –de lo que sea– me han dado muchas alegrías, valor seguro: basuras distintas, cuadernos de dibujos de ciencias o el costurero de una vida; nuevas zonas verdes, da igual su tamaño y emplazamiento, paredes moribundas que reverdecen por una gotera o árboles que crecen desafiando la gravedad en mansardas del dieciocho.
Los suelos siguen dando sorpresas allá donde se camina o se viaja; hay islas verdes en medio del cemento o pequeños jardines en alcantarillas sin tapa o se encuentran guantes perdidos y solos en una ciudad de invierno con historias que se congelaron.
Si yo escribo
Milán, 
a algunas mentes vendrá un equipo de fútbol o dos; a otras mentes vendrán Ferraris, Lamborghinis, Jaguares y otras bestias; a otras, vestidos impresionantes y suelas rojas en los stiletti; a pocas, una catedral con tejado superpoblado de esculturas y protección militar que aún hoy se construye gótica con retrógrado mecenazgo; a otras pocas, una isla de vanidad cubierta por hierro y vidrio, bella y magnífica, otro "templo" junto al anterior, pasto ahora de franquicias con escasa gracia, un castillo rehabilitado con programación cultural interesante y envidiable, iglesias románicas lombardas, algunas bellas en su aparente sencillez o desnudez, el Mantegna en Brera (también se saluda a Rafael, Gentile y a Piero cuando se entra y se presenta una a la Cleopatra de Cagnacci), creatividad en escaparates inaccesibles que son puertas a otra dimensión, una en la que desaparece toda mesura y respeto por los derechos humanos, y a veces por el buen gusto.
De mirar a todos lados los reclamos, agotada; así que se necesita una mirada abajo para descansar.
Si yo pienso en  
Milán, a esta mente le viene un suelo castigado por lluvias, nieves, calores, combustibles, trabajadores, stilletti y bestias a ruedas y por raíles, todos estos depredadores dejando sus huellas al mismo tiempo, es un suelo que tiene algunas explicaciones que dar.
Como en otras ciudades, la población de guantes solos es bastante numerosa, en capitales de la apariencia como esta tenía que pasar:


Los raíles del tranvía están por todas partes, en cuanto hay una superficie lisa, libre de fracturas, salen setas, musgo o margaritas


Algún artista clava chapas en el asfalto, que es gomoso y blando


Y luego está el enigma que, la verdad, no sé si quiero llegar a resolver, no sé si quiero enterarme de la razón de estos grafitis casuales, porque una acción a priori poco artística, rutinaria y, sospecho, de seguridad policial, da un resultado muy interesante y divertido en una ciudad un tanto seria y grave.


(Cuanto más los miro más formas y vidas adoptan, probad.)

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