Comienza el mes petardo

Las pelis que emocionan de verdad comienzan con travelines largos, largos sobre el mar, sobre vastas llanuras verdes o campos de trigo o de lavanda hermosa y asmática, con músicas correctas y melodiosas que te envuelven y te invitan a entrar.
La peli de un día como hoy de este mes enormemente petardo comienza con despertadores inoportunos, trenes o buses repletos de reses tristes (que nadie se ofenda, me he tomado una licencia, al fin y al cabo las vacas son tristonas y seguro que más de uno se sentía esta mañana conducido al matadero). No pasa nada bonito que te haga levitar de felicidad, que tus mandíbulas se abran y el corazón se te salga. Y encima el ruido se impone a las notas armónicas y mágicas, y de las fragancias mejor ni hablamos.
Si la peli de hoy te da tristeza, apatía, irascibilidad, vamos, que no hay quién te aguante, lo has pillado seguro.
En estos primeros días del mes petardo se habla mucho del síndrome ese, el del rechazo físico y mental a la vuelta a una realidad que se detesta. Seguro que hay quien disfruta de su trabajo (los que lo tienen) y volver no es tan malo, ¿no?
Sí, es un mes petardo porque no es ni verano ni otoño, ni luminoso ni oscuro, ni largo ni corto. Y porque parece que todo el universo se volviera a encender después de un gran apagón y resulta que no empieza nada, todavía hay que arrastrar cuatro meses el culo para que se acabe el año. Y eso sí que produce un gran síndrome, al fin y al cabo hay que subir una cuesta. Parece que después de todo gran evento viene la represalia.
El Nido ha parado en verano en contra total de mi voluntad (la escasez de logística y de soledad se impuso) así que el único síndrome que padezco es el de abstinencia de historias. Ya se me pasa pronto y os pido disculpas, si es que me echabais de menos.

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