Luz y negro

"Al vivir en una ciudad grande, seguro que vas mucho a museos, al teatro…" parece el típico diálogo besuguero de tu prima, la que vive en provincias, ¿provincias?, como si de una nueva especie humana se tratara, el país se divide, sí, sí, se divide, entre norte, sur, grandes urbes, pequeñas urbes o ciudades de provincia, pueblos y ya el colmo del paleto vive en aldeas (donde debiéramos volver, sin dudarlo) hasta llegar a esta polis, contaminada y egocéntrica, además de céntrica en sentido estricto, nadie me había llamado provinciana, ojo, eh, en el buen sentido, desde el cariño.
Cuando vivía en mi provincia, o sea, en ese lugar donde vas a casi todas partes andando, excepto al Carrefour, los sábados por la tarde te arreglas mucho, llamas al mercado "ir a la plaza" y solo coges un taxi cuando vas a la piscina de la finca de algún familiar, que estará en las afueras de algún pueblo muy cercano… bueno, era distinto, aunque no en lo esencial.
Al estudiar en "provincias" veníamos a la polis a hacer prácticas, así que ir a museos o a teatros en la polis era estudiar a fin de cuentas.
Por la costumbre, ahora que habito en la polis sigo yendo a exposiciones con ojos de estudiante analizadora, la mirada pura, esa en la que no vuelco los conocimientos (no muchos, tampoco se trata de presumir, normalmente dejo a otros explayarse, que les hace ilusión), decía, la mirada pura es esa que, al ver la pieza que sea, no hace funcionar la máquina de identificar épocas, artistas, de relacionar con otras obras, otros artistas, otras épocas, la mirada sin análisis, porque es la que hace posible la emoción.
Y no os engaño, la mayor parte de las muestras ya las hemos visto ya, siempre se anda dando vueltas a lo mismo. "Siempre se aprenderá algo nuevo", con esa esperanza sigo acudiendo a la cita. Pero a veces, aunque no consigo ver las cosas con esa mirada, descubro o redescubro a algún personaje que tenía encajado en alguna categoría errónea.

Odilon Redon (1840-1916) siempre fue el pintor de este simpático bicho, una araña sonriente y para colmo de diez patas, increíble. La poca atención dedicada a este señor en nuestras clases magistrales le otorgó ese apelativo, Redon, el de los bichos. Se le considera por nosotras las miradas analizadoras/encasilladoras en ismos, un postimpresionista, bien, todo aquello que pasó después de los impresionistas a finales del XIX y principios del XX; simbolista, en un manifiesto literario de 1886, Jean Moréas definió este nuevo estilo como "enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad y la descripción objetiva"; y lo mejor de todo, precursor del surrealismo.
Para estos retazos no me necesitáis en absoluto, la Wikipedia os sacará de dudas. Para lo que sí me necesitáis es para contaros que solo necesita un color para meterte en su bolsillo: "El negro es el color más esencial, hay que respetar el negro"; que es capaz de hacerte reír, gritar y soñar, en negro, como Poe; que trae del sueño a las criaturas más alucinantes para vivir fuera de él como si tal cosa "Toda mi originalidad consiste pues en hacer vivir humanamente a seres inverosímiles, conforme a las leyes de la verosimilitud, poniendo en lo posible la lógica de lo visible al servicio de lo invisible". Pero, ¿y si utilizase todos los colores?,

los paneles que el barón Robert de Domecy le encargó para la decoración del comedor de su castillo te ciegan, utiliza el color de tal manera que parece que estuvieran trasiluminados, y es uno de los espectáculos más emocionantes que haya presenciado en los últimos años en una muestra en esta polis: "Cubro las paredes de un comedor de flores, flores de ensueño de fauna imaginaria; todo ello en grandes paneles, tratados con un poco de todo: el temple, el caolín, el óleo, el propio pastel, que me da buen resultado en este momento, un pastel gigante", hay obras de las que no quieres separarte, ni dejar de mirarlas, el día que descubrí al "pintor de bichos" descubrí unas flores llenas de luz y a "mirar lo real como trampolín hacia lo imaginario".

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