Pintar despacio

Hammershøi, hace meses que no te busco pero te encuentro, en portadas de libros, en una pared de la cocina de Mademoiselle Chambon (Stéphane Brizé, 2009)… y te encuentro en otros artistas, incluso anteriores a ti.
¿Qué tienen en común el filme francés citado, una escultura de Plensa, una fotografía de Ballester, un Brancusi, un bodegón de Chardin?
La clave la encontré la mañana dominguera que acudí al Prado (cosa que, por otra parte, no me gusta nada hacer, es un museo en el que no me siento cómoda, de esto hablaremos en otra ocasión) en una de las cartelas de la exposición sobre Chardin leí que pintaba muy despacio, después me quedé un rato observando el humo de la taza de té en El tarro de albaricoques y solo con eso Chardin hace que el bodegón no sea estático, ni atemporal, porque algunas veces quieres participar, quieres entrar ahí, algunos han pensado en nosotros aquí fuera, juegan con nosotros y el mensaje que envían parece que llega completo o quizás son ilusiones mías.
Si sabes de lo que estás hablando los demás lo entienden, ¿no? y si lo haces despacio no se quedan cabos sueltos.
La manipulación está servida, Hammershøi lo hizo, no todos pueden.

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