Cabalgatas rebajadas

Cuando era niña pensaba que era la única en el país a la que unas personas, supuestamente magas o mágicas, depositaban sobre su zapato impoluto, en la noche del 5 de enero, montañas de lencería, dícese pijamas, calcetines y, sobre todo, bragas. Cada año aquellos tres decidían que por ser buena un año más me correspondían dos pares de bragas y otro tanto de calcetines. Era del todo incomprensible para mi mente pequeña aunque también lo era la propia tradición en sí porque ¿cómo podían estar los reyes majos aquellos frente a la librería de mis abuelos y a la vez salir por la tele? Por la magia. La magia es así.
A veces hay pequeñas cosas que hacen que te sientas menos sola en el mundo, más comprendida, menos rara. Al descubrir quiénes eran esos desalmados en realidad descubrí también que las madres desalmadas compradoras de bragas y calzoncillos abundaban. Todos debimos sospechar, pero de eso nadie hablaba, la vergüenza no te dejaba, en tu lista de presentes –esa que te preguntaba el profe a la vuelta de las vacas– olvidabas mencionar, a propósito, que tenías ropa interior nueva como el año. ¡Inocentona!, suponías que siendo tan mágicos y teniendo acceso a todas las tiendas y boutiques no les sería difícil a los magos hacerte algo de caso ya que pedías por catálogo. Así que hasta años después no me di cuenta de la treta navideña perpetrada por todas las madres magas y cuando te haces mayor, y te pasan el relevo, tú misma elevas a la categoría de regalo la ropa interior y te conviertes en la maga que regala bragas.
Por si esto fuera poco, parece ser que la lencería es un producto muy demandado en el periodo de rebajas, así que enero constituye el "mes de las bragas", como otros son el mes de las flores o en abril, aguas mil.
Este año, en la cabalgata de esa ciudad que me vio nacer, sorprendiome primero que Baltasar estaba pintado, otra vez, y segundo, los caramelos, escasos, tenían publi. ¿Caramelos de un banco y de una empresa de transportes? ¿los suyos? ¿los de regalo? ¿qué está pasando? Es algo tan ruin y tan cutre que me dieron ganas de llorar, aunque opté por el cabreo momentáneo. "¡Sunescan, daluna buso!" que dice la madre de Mafalda.
Este año, ni bragas, ni caramelos.
Me voy a las rebajas.

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