8:30 Me despierto con los pajarillos, bueno, es uno, permitidme la licencia poética, pero parecen por lo menos… tres.

9:30 Me vuelvo a despertar. Por supuesto, desperté, pero afortunadamente el pájaro cerró el pico y yo seguí con mis sueños, la principal ventaja de un freelance, lo que es un libre, es que se despierta cuando quiere y se acuesta… si puede.

10:30 Ya me tomé un café, entré en las redes, cositas obligatorias de mi día a día. Hablo por teléfono con mi madre. Hoy hay un gran evento familiar al que no asisto porque… no sé muy bien por qué, una mala planificación, supongo, el trabajo, una excusa floja. El gran evento es un gran cocido, no, el evento es 98 años de abuela, no me llaméis nada a mis espaldas. Un cocido en León, en junio, es una de esas barbaridades que se les hace a los intestinos, no es la primera vez, cuando cumplió 90 sufrimos otro, bueno, primero lo comimos, luego padecimos y luego seguidamente bebimos porque no quedaba otra, en el momento álgido, uséase las carnes tolendas y la morcilla (en el medio de la comida, no era un maragato de esos, ya hablaremos otro día de la falsa historia del cocido maragato), estábamos a 30º en un exterior. Mi madre me ha informado de que en esta ocasión el evento se celebra en un interior climatizado, con lo cual facilitará la ingestión y posterior digestión del citado plato.

11:30 El día ya me está cundiendo que no lo entiendo y me largo al mercado, a uno de verdad, no ese del que no paran de hablar y causa indigestiones. El mercado de Maravillas, que es una maravilla de mercado, es: grande, populoso, exuberante, colorido, oloroso, ruidoso, mezclado, alegre, real, suculento, laberíntico, ansioso, nutrido, multiuso, abundante, rico… maravilloso, el paraíso de una "foodista" (para quien no sepa, brevemente, un fudista es ese amante de la comida que en vez de hacer shopping va al mercado y además disfruta, que en vez de zapatos, compra trufas, si puede). Al ser precaria tuve que decidir entre codiciar Louboutin de miles de euros o Clergerie, y como no tengo religión me he buscado otros dioses a los que venerar, el consumismo foodico. Me he dado un paseo y traigo a casa: tomates, una lechuga preciosa, aceitunas, patatas nuevas, berenjenas de Almagro (frescas), cebollas moradas, cerezas, una lubina o lubinina, unas carnes y estas bellezas


a la izquierda, una focaccia con tomate y olivas, el otro es un pan con piñones y tomillo, adquiridos en el puesto más fetén de Maravillas, el horno Atanor, el puesto que yo querría, si quisiera un puesto, el puesto que yo habría puesto (siempre, por supuesto, con la inestimable ayuda de la otra foodista, y también soñadora panadera).

14:00 Procedo primero con la lechuga, hay que lavarla un poquito, estoy emocionada, ¡tiene tierra! No es frecuente aquí en esta capital (lo digo como protesta) tener que lavar una lechuga, o compartir las verduras con animales y otros microorganismos (una gata, oruga, en un tomate; pulgones en las acelgas, caracoles en las lechugas, y puedo seguir). La minilubina va al horno, sencilla, he puesto una piel de limón como cama y cuando la cebolla esté un poco frita la añadiré junto a ese mismo aceite y un poco de perejil. A mangiare, este es el resultado, son las 15:03.



16:00 Bastante óptimamente conseguido. No ha habido postre, un café y descanso.

¿Qué pasó después? Pues pasó lo que tenía que pasar.

21:25



Comentarios

  1. Me encanta lo que cuentas, Eva. Y me encanta lo que dices de mi pequeño chiringuito, ¡mil gracias! A mi, los sábados, no me despiertan los pajaritos sino los murciélagos. El sábado es el día fuerte de mercado y nosotros nos ponemos en pie a eso de las 00:30. Vamos, que trasnochamos, más que madrugar. Pero todo merece la pena cuando vemos vuestras caras de felicidad al llevaros nuestros pequeños panes, que hacemos con tanto cariño y con la intención de provocaros pequeños momentos de placer. Es un gusto saber que lo conseguimos. ¡Hasta el próximo sábado!

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